Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Escribir es dibujar un pensamiento

A la estrella nocturna.
del prolífico artista y multitalental visionario inglés William Blake

¡Tú, ángel rubio de la noche,
ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende
tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona
y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado
sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos
al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en
el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos
y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo,
te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo
y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva.
La lana de nuestras majadas se cubre con
tu sacro rocío; protégelas con tu favor.

Como si se tratara de una regresión a las elementales eras de la poesía se nos muestra la obra de este genio británico, que con su contundente defensa del Individualismo y la libertad del alma se posicionó en inapelable trinchera frente a ese naciente Racionalismo de la Ilustración que pretendía explicar el mundo con un método que constreñía por completo a la Creatividad. Precisamente por esta razón, la memoria fue denostada por este empedernido romántico, uno de mis malditos habituales, que siempre optó por la imaginación en su lugar, para moldear esa fantasía que perdura inextinguible en nuestro interior, pero que cada vez menos sabemos revelar como verdaderamente la sentimos.

No sólo a través de la poesía quiso mi camarada Blake hacernos partícipes de su quimera, sino también por medio de la pintura y el grabado, en las que nos revelaba sus oníricos mundos de forma tan tangible que incluso podíamos llegar a rozar con nuestros dedos ese indeterminado velo que separa la figurada realidad con la evocadora ficción. También destacó en las corrientes gnósticas y cabalísticas, postulándolas en sus versos nítidamente, invitándonos a interpretarlas como deseáramos sentirlas o considerarlas, en su particular visión de la teología.


Por esta esencial razón, cuando sus escritos comienzan a embriagarnos en su iniciática lectura es como sentir que cada palabra es un esbozo pictórico que se va delineando en nuestra mente y cada verso compone una parte de una alegórica representación visual, una imagen que expresa idealmente un pensamiento transportado a nuestro propio entendimiento. No es descabellado decir entonces que no sólo pintaba sobre lienzo, ni sólo grababa sobre cartel, también bosquejaba y perfilaba en sus libros de poesía, que terminaban constituyéndose como obras de exquisito arte.

Su naturaleza visionaria e idealista se conjugaba cadenciosamente con un profundo respeto de la libertad y su tenaz búsqueda de la igualdad, que manifestaba principalmente en la causa abolicionista de la esclavitud, a la cual contribuyó proyectando su imaginería y su literatura para lograr que ningún ser humano se sintiera coartado de su individualismo por ningún otro. A pesar de ello, esta batalla sigue abierta, ya sin Blake para comandarla, pero eternamente prevalecerá toda su obra y aquellos que la seguimos, para no sepultar la bandera de la equidad y el libre albedrío que todo ser humano merece alcanzar, sea en apariencia o en idoneidad.

Ahora, William, he podido recurrir a tu poesía para también dibujar con ella un sentimiento, un sentimiento que alude a un ángel nocturno, más refulgente que cualquier estrella, de bruna caballera e imperecedera mirada, que no sólo enciende el cirio de mi amor, sino el de toda mi existencia.



Si bien sentenciaste que jamás se convertirá en estrella aquel cuyo rostro no irradie luz, bien puedo decir, sin temor a ser pretencioso, que al fin he alcanzado esa estrella, pues su rostro resplandece más que el nocturno y estelar firmamento, inspirando y guiando de esta manera mi vida, nuestra vida.

1 comentario:

Alma (Susurros Mortales) dijo...

Alcanzasté la estrella resplandeciente que iluminará tu camino, de la mano de mi estrella que la acompañara en todo momento, haciendo de tu vida nuestras vidas.

Es precioso.

Besitos mi estrella del norte.